Volvimos
a desayunar los waffles de Gerard (vaya uno a saber cuándo venía a
dejarlos) y salimos hacia el Mercado de las Flores. Compramos una
bolsa de bulbos de tulipanes y dejamos las semillas de cannabis para
otra ocasión.
Caminamos
hasta la Musseumplein, que es la plaza donde convergen el
Rijkmusseum, el Museo Van Gogh y el Moco Musseum, salvo al último,
entramos a los dos primeros.
El
Rijks tiene la mayor colección de cuadros del Siglo de Oro holandés,
pero son tres las obras principales, la famosa Ronda de Noche de
Rembrandt, que realmente es maravillosa verla en persona, El Alegre
Bebedor de Frans Hals y La Lechera de Vermeer, que era el cuadro que
Caro quería ver, pero que estaba en una muestra temporal afuera de
Holanda, específicamente en París, en el Louvre... Jeh...
El Museo Van Gogh es fácil de visitar, de abajo hacia arriba, la muestra está organizada cronológicamente, pero como nuestros pies, a esta altura del viaje, ya no estaban para trotes, lo vimos exactamente al revés, subimos en ascensor y fuimos bajando piso a piso por las escaleras. De todas formas lo disfrutamos, su cuarto amarillo, sus girasoles y sus autorretratos, maravilloso.
Descansamos
unos minutos a la sombra de la entrada del museo y caminamos hasta el
Albert Cuypmarkt, que son cuadras y cuadras de productores de quesos,
frutas, carteras y mil cosas holandesas. Y casi sin querer llegamos
hasta la plaza Rembrandt, donde en el centro hay una escultura que
representa corpóreamente el famoso cuadro de la Ronda de la Noche.
Nos
pegamos una ducha en el departamento y a las 20 ya estábamos
saliendo de nuevo, que era nuestra última noche en Amsterdam,
encaramos para De Waag, pero no quedaba ni una mesa, así que
terminamos comiendo unas tapas por ahí, paseamos por última vez por
las calles y canales y volvimos al departamento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario