El
Dukes' Palace Hotel es un viejo castillo transformado en hotel, tiene la
parte nueva, que no conocemos, la parte antigua, donde nos hospedamos
y la parte histórica, que es impagable. Pero lo que nos tocó es
increíble, un cuarto con cuadros y cojines, sillones y alfombras,
bañera y ventana del inodoro al cuarto... Sí, el inodoro tiene una
ventana al cuarto, no pregunten, es así.
Primero
fuimos hasta la Catedral, donde nos encontramos, como era lógico en
un domingo por la mañana, con una misa en pleno desarrollo, así que
pocas fotos y a seguir caminando. Llegamos a la plaza Mark, donde los carillones de todos los campanarios de la ciudad, por ser domingo,
sonaron durante todo el día con diversas melodías.
Dimos unas
vueltas por ahí y terminamos alquilando dos bicicletas a media
cuadra de la plaza en un hotelito chiquito a una chica de madre
uruguaya, quien nos dibujó un mapa para conocer todos los
alrededores de la ciudad.
Paseamos
por el camino de los molinos, luego por el lago de los cisnes y le
dimos toda la vuelta a Brujas.
Devolvimos las bicicletas y seguimos
caminando por el centro y terminamos cenando comida tradicional en
Gruuthusehof, un lugar caro, pero riquísimo.
Volvimos
caminando al hotel, para terminar el primer día de Bélgica con un
Cohiba que había traído de Buenos Aires y un Jack Daniels que me
sirvieron ahí, maridaje perfecto para hacer la revolución flamenca.
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