lunes, 8 de mayo de 2017

Día 13: Siete ciudades en un día (y repetimos una)

Era nuestro último día completo en Europa, no podíamos dormir hasta tarde, así que antes de las 8 ya estábamos arriba y a las 9 ya caminábamos por la vecina Delft, uno de los puntos de Holanda que todo el mundo nos había recomendado, la cuna de la porcelana azul de Holanda. Si bien era temprano y todo estaba cerrado, nos embargó el aire bucólico de este pueblo holandés, desayunamos y salimos para Aarkman, que si bien queda al norte de los Países Bajos y más cerca de Amsterdam que de Roterdam, era sólo los viernes el día de su famoso mercado de quesos, así que tuvimos que armar un cronograma medio intrincado.
A las 11 dejamos el coche en un estacionamiento y llegamos perfecto para la demostración, en la plaza central, de cómo en la antigüedad los productores de quesos llegaban con sus carros al mercado y trasladaban las grandes hormas a pulso hasta las balanzas del edificio. Un espectáculo pintoresco y muy tradicional. 

 


 

 


Después seguimos caminando por esta preciosa ciudad, cruzándonos, como en todo nuestro recorrido por los Países Bajos, con este pajarito negro, de capucha gris y ojos bordeados de turquesa...

Pero cometimos el error de entrar a la iglesia de Aarkman. Digo error porque estaban presentando un concierto de música medieval interpretado por varios artistas de todo el mundo en los antiguos órganos. Por un lado no podíamos quedarnos las dos horas que eran necesarias para escuchar todo el concierto y por el otro, ante ese espectáculo leímos la agenda de actividades y nos desayunamos que esa misma noche (y ya no quedaban entradas) se iba a presentar en esa misma iglesia la filarmónica de Amsterdam con nada menos que la obra de Karl Off Carmina Burana... Este tipo de cosas no hace más que confirmarnos que nuestra afición de organizar nuestros viajes con mucha anticipación e investigando los lugares que vamos a visitar es necesario y hasta casi obligatorio, porque esto se nos escapó al no darle bolilla a la parte cultural de Aarkman a favor de la histórica, ¡cómo nos hubiera gustado estar en un concierto de Carmina Burana justo para nuestro viaje aniversario!

Tratando de capear la desilusión, caminamos por la peatonal y nos encontramos con un organillero, almorzamos unos sanguches de queso y unos minipanqueques en los puestos del mercado y salimos hacia Haarlem, que apenas recorrimos con el coche. 
De ahí hacia Lisse, en busca de sus famosos campos de tulipanes, pero era fines de mayo, no quedaba en pie ni uno solo. Debíamos remontar el día, que con lo de Carmina Burana y los tulipanes venía en rotunda bajada, así que pasamos por la hermosa Leiden y llegamos hasta La Haya (Den Haag en neerlandés). No dábamos ni cinco guitas por La Haya, la visitamos únicamente para conocer la Corte Penal Internacional (que conocimos), pero esta ciudad nos sorprendió maravillosamente. El centro histórico es asombrosamente lindo y se huele un ambiente cosmopolita como en pocos lados del mundo.
 


 

 

 

Nos sentamos frente al palacio a comer unas bolitas de carne tradicionales (que a mí no me gustaron ni miércoles) con cerveza y finalmente nos volvimos a cenar en Delft.
Pero, como era temprano, y nunca lo habíamos hecho, nos metimos en el Ikea que hay en la entrada del pueblo, no hay mucho para contar, un gran Home Depot, pero después de tantas series había que conocerlo.
A las 18:30 estábamos dejando el coche a las afueras del centro de Delft y nos encontramos a todo el pueblo en la calle, según nos explicaron eran cuatro días de competencias estudiantiles y ese era el último día con la entrega de premios y festejos. Así que no estamos seguros si conocimos el Delft que todo el mundo nos había dicho, porque de pueblo bucólico y tranquilo esa tarde no tuvo mucho. Encontramos una plaza rodeada de bares y restaurantes con mucha onda y cenamos unas costillitas de cerdo regadas con una deliciosa cerveza (en mi vida tomé tanta cerveza como en este viaje a Holanda) y nos volvimos al hotel.

 


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