viernes, 12 de mayo de 2017

Día 9: De Bélgica lo que más me gusta es Holanda

Como el día anterior no habíamos tenido tiempo de conocer el spa, nos levantamos tempranito, nos calzamos las batas del hotel y salimos derecho para el sótano del hotel (de esto no hay fotos). He conocido spas de hoteles, pero lo del Dukes' es algo de no creer, es todo un piso completo dedicado a esta sección. No tiene pileta, pero lo suple con no sé cuántas cabinas de masajes (a esas no entramos), duchas, sauna, hamman y hasta una pared de sal con piedras del Himalaya...

Después desayunamos copiosamente y finalmente salimos porteando las valijas hacia la estación de tren. Sacamos un pasaje a Bruselas (el de Bruselas a Amsterdam ya lo habíamos sacado por internet) y a las 11:57 dejábamos Brujas.
Pero antes de Bruselas, nos bajamos en Gante, guardamos las valijas en la consigna, alquilamos otras dos bicicletas a la vuelta de la estación y salimos a recorrer el centro histórico de esta pequeña ciudad universitaria de Bélgica. 
  

 


Vimos la Catedral Sint-Baafskathedral, pero no subimos a ver "La Adoración del Cordero Místico" de Van Eyck, nos conformamos con la reproducción en un costado de la nave central, y luego pasamos junto al Castillo de Gerard, el Diablo de Gante. 




Nos maravillamos con el estrambótico edificio del Ayuntamiento y con las fantásticas veletas del edificio del gremio de los Albañiles, la Iglesia de San Nicolás (Sint-Niklaaskerk) y el hermoso puente de San Miguel.


 

 

 


Los que nunca entendimos, y seguimos sin entender, son esas papas colgadas en bolsitas sobre el canal...

Finalmente, volvimos a la estación, devolvimos las bicicletas, recuperamos las valijas y tomamos el ten de las 15:45 a Bruselas, a la que llegamos una hora exacta después. Sin salir nunca de la estación, sólo vimos esta ciudad desde las ventanillas del tren de Thalys, que a las 17:45 partió para Amsterdam. 
Una hora de viaje y llegamos a nuestra primera parada holandesa, que nos recibió chispeando unas gotas que rebotaban en los adoquines de las calles y en las aguas de sus canales. De todas formas seguimos el plan de continuar a pie y peléandonos con el GPS del celular y la carencia de conexión a internet llegamos caminando hasta el departamento de Gerard (que no era Diablo, todo lo contrario). 
 

Dejamos las valijas y casi sin perder un minuto ya estábamos caminando por el Barrio Rojo hasta la plaza Damm. Cenamos en un puesto de comida rápida chino y volvimos a eso de las once de la noche a descansar.
 

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