A
pesar de todos los pronósticos, después de un día como el de ayer,
con corrida y trasnochada, igual nos levantamos a las 8 y media,
desayunamos en el Mc Donalds de la esquina y nos tomamos el tren a
Versalles.
En media hora de viaje llegamos y nos encontramos con
otra cola kilómetrica (a la cual, casi religiosamente, un grupo de
asiáticos se coló). Por suerte fue bastante ágil el proceso de
entrada con los tickets que habíamos comprado previamente por
internet.
Versalles
tiene una escala completamente desproporcionada, no sólo en el
tamaño de las puertas y salones, sino en todo lo que respecta a
medidas, desde que las camas son diminutas (después nos enteraremos
que en aquella época no sólo las personas eran bastante más
petisas que en la actualidad, sino que dormían casi sentadas sobre
almohadones porque pensaban que podrían morirse si durante el sueño
se les iba la sangre a la cabeza) sino que las distancias son apoteóticas.
Recorrimos el Palacio, el Grand Trianon y el Petit Trianon y todos los jardines, incluidas las dos fuentes con aguas danzantes. Entramos pasadas las 9:30 y salimos a las 16:30, haciendo sólo dos paradas, una para comer unos sanguchitos que nos habíamos llevado desde París (no es nada barato almorzar ahí adentro) y otra para recuperar el aliento en un banco solitario al final de uno de los jardines.
Recorrimos el Palacio, el Grand Trianon y el Petit Trianon y todos los jardines, incluidas las dos fuentes con aguas danzantes. Entramos pasadas las 9:30 y salimos a las 16:30, haciendo sólo dos paradas, una para comer unos sanguchitos que nos habíamos llevado desde París (no es nada barato almorzar ahí adentro) y otra para recuperar el aliento en un banco solitario al final de uno de los jardines.
Volvimos
en el mismo tren, pero no fuimos directamente al departamento, nos
desviamos con el subte hasta la plaza de la Ópera para
reaprovisionarnos de chocolate Lindt y tomarnos unas Leffe tiradas en
el Café de la Ópera, ya a esta altura, casi una base obligada
parisina.
De
ahí fuimos caminando hasta el Forum de Halles, un shopping nuevo
cerca del Pompidou.
En el camino nos encontramos con el Passage Choiseul, uno de los 20 pasajes cubiertos de París, antiguas galerías comerciales decoradas con techos de vidrio que fueron construidas en el siglo XIX dentro de los edificios de la ciudad, este en particular no es uno de los más lindos, pero si uno de los pocos que conservan los locales con la madera original y el más largo de todos, tiene 190 metros.
Como
era de esperar, también nos cruzamos con una filmación de una
película.
Pasamos
por Lego para comprarle un regalo a Fran (y renovar nuestra parejita
de Leia y Chewbacca) y nos volvimos al departamento a eso de las 9 de
la noche. Baño y cama derecho, que el día había sido largo y
extenuante.
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