Luego
de visitar nuestra boulangerie (¿les dije que es panadería en francés, que domino con excelencia?), salimos para la Ópera, que a las 10
teníamos entrada para visitar el Palais Garnier, un monumento a la
grandiosidad edilicia francesa.
Cada uno de los rincones del Palais Garnier esconde una
historia diferente, desde su creador Charles Garnier y su familia,
hasta el palco secreto del Fantasma de la Ópera, desde los millones
y millones dedicados a su Grand Foyer hasta los artistas que pasaron
por su sala, el Palais Garnier es mucho más que uno de los edificios
más hermosos construidos por el hombre.
Apabullados
de historia y oro, salimos caminando hacia el parque de las
Tullerías, almorzando de camino unas ensaladas sobre la avenida de
la Ópera y pasamos frente al Palais Royal.
Cruzamos
el Sena y nos sumergimos en el Museo d'Orsay, con todos sus Renoir,
sus Cézanne, sus Gauguin y sus, por supuesto, Monet; pero donde
descubrí a August Strindberg, un dramaturgo sueco, medio loco, con
unas pinturas alucinantes.
Después, fuimos al Museo Rodin, que desde aquel viaje de luna de miel a Nueva
York, donde tildé con sus rostros, sus gestos y sus manos en una
muestra itinerante que enganchamos en el MoMA no puedo sacar de mis
retinas. Los sentimientos que transmite Rodin a través de la piedra
es algo que me atraviesa de punta a punta.
Y
a última hora quisimos visitar la tumba de Napoleón en Los
Inválidos, pero nos dijeron que para acceder al panteón teníamos
que pagar la entrada completa al museo de la Armada, y no pensábamos,
así que le sacamos foto de lejos al último descanso del gran corso.
Volvimos
al departamento a buscar la bolsa de Lego (queríamos cambiar el
regalo de Fran) y regresamos al Forum de Halles. De ahí caminamos
hacia el barrio Latino, que fuera de la librería Shakespeare &
Co, no es mucho más que restaurantes con mozos insoportables que
buscan meter turistas a sus locales.
Pero
la librería Shakespeare & Co merece un párrafo aparte, sus
pequeños saloncitos poblados de libros de piso a techo, con sillas
destartaladas y hasta camas, es un lugar entrañable. Ese olor a
papel y madera, ese piano arrumbado en un costado y esa pared llena
de papelitos manuscritos (donde dejé mi propio recuerdo) hacen de
esta librería un lugar obligado para cualquier visitante de París.
Cenamos
una raclette media olvidable en Le Grand Bistró y volvimos a dormir.
falta el día 3??
ResponderEliminarhttp://aniversarioenparis.blogspot.com.ar/2017/05/dia-3-de-reyes-y-jardines.html
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